domingo, 18 de diciembre de 2011

Trabajo Final

Mi tema escogido es el espacio expositivo, ya que mi obra propia no gira en torno a un tema específico. En los años que llevo estudiando la carrera he tenido pocas oportunidades para visitar los extraordinarios museos que nos ofrece España, por lo que se me despertó ese interés acerca de ellos. Y como la situación sigue intacta, qué mejor tema para realizar un trabajo final, para la asignatura de Historia del Arte II, que el del espacio expositivo. Y ya no solo para referirme a museos españoles, sino de todo el mundo. 

En este trabajo, realizaré un recorrido histórico por las grandes exposiciones más importantes del mundo. Empezando por los salones de París en los siglos XVIII y XIX, hasta los espacios destinados a los Museos de Arte Contemporáneo del Siglo XX, y su posterior transformación en Centros de Cultura Contemporánea, pasando por el protagonismo de Nueva York al finalizar la 2ª Guerra Mundial hasta la presencia del Arte en el mundo actual (los museos virtuales).



Dossier de Imágenes de la Historia del Arte II

En este apartado incluyo la información, tanto textual como visual, de las clases impartidas en la asignatura. 

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Dossier_curso2011/12_PDF

jueves, 8 de diciembre de 2011

Bibliografía y fuentes

- Libros citados o consultados:

Rico, Juan Carlos. - 1994. 
Museos, Arquitectura, Arte. LOS ESPACIOS EXPOSITIVOS.
Ediciones Silex. Esta obra ha sido publicada con la ayuda de la Dirección General del libro y Bibliotecas del Ministerio de Cultura.

Jiménez-Blanco Carrillo de Albornoz, María  Dolores – Madrid, 1989. 
Arte y Estado en la España del siglo XX. Alianza Editorial, S.A. - 1ª edición.

Bolaños, María - Gijón 1997.
HISTORIA DE LOS MUSEOS EN ESPAÑA. Memoria, Cultura, Sociedad.
Ediciones Trea, S.L. 1ª edición.

Diccionario Enciclopédico Durvan. Apéndice 13.
Arquitectura y Arte - “Bilbao” 1993.

Libro de Historia del Arte: Grupo EDEBÉ.                                                                                
2º curso de  Bachillerato – “Barcelona” 2007.



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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Hiperrealismo español

Antonio López García (Tomelloso, 1936) es seguramente el pintor y escultor más importante que haya dado el Realismo español de los últimos cien años. Sobrino y discípulo de Antonio López Torres. Este artista manchego sigue el camino realista de la pintura, con obras de gran minuciosidad técnica y formal. Su dedicación plena al arte con más de  cuatrocientas obras en su haber entre pinturas, dibujos y esculturas le ha acreditado como uno de los pintores más cotizados en el panorama artístico internacional. En sus composiciones hiperrealistas, de vistas urbanas de Madrid y diversos ámbitos de la vida urbana y de su entorno (habitaciones de casa, la ciudad, la calle), plasma el trabajo minucioso en el detalle. Tras la aparente desnudez expresiva de su obra, se nos abre, tras una mirada más profunda, una propuesta sensible hacia los objetos representados.

Al acabar sus estudios viajó por Italia, Grecia y Francia. Su obra, en la que hay ciertas dosis de melancolía y de tristeza testimonial, se caracteriza por un sentido investigador de lo que es la realidad. Clasificado como pintor ultrarrealista, Antonio López aporta un conocimiento mayor del color como sustancia real, un sentido preciso del dibujo y, sobre todo, un lenguaje de formas capaz de integrar dibujo y color. En repetidas ocasiones se ha declarado profundo admirador de la obra de Velázquez. Pinta con una gran lentitud, fruto de su necesidad de plasmar en el lienzo la infinidad de sensaciones que le produce la contemplación del objeto dibujado. Muchos de sus cuadros son retocados en múltiples ocasiones hasta que los considera definitivamente terminados. Según sus propias palabras: “una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades”.
La rotunda definición de los volúmenes en sus primeras obras, Josefina leyendo de (1953),  acusa esa influencia del realismo mágico del quattrocento italiano. La preocupación por la solidez plástica y la composición precisa le lleva también a interesarse por Cézanne y el cubismo; Mujeres mirando los aviones (1954), en temas relacionados siempre con su entorno familiar en Tomelloso.

A partir de 1957, su obra registra un cierto giro surrealizante: figuras y objetos que flotan en el espacio, imágenes sacadas de contexto que se relacionan de forma conflictiva empiezan a poblar sus cuadros. La temporalidad y el deterioro de lo material son notas que definen su estilo hiperrealista. Antonio López es un artista que busca, dentro de la realidad que le rodea, los aspectos más cotidianos tratados con un enorme detallismo fotográfico como lo ejemplifica su obra titulada Cuarto de baño (1967). El pintor busca entre la realidad que le rodea aquellos aspectos cotidianos, que él recoge con un tratamiento pleno de detallismo, rozando lo fotográfico. Sus preferencias van desde las vistas de Madrid hasta los retratos de sus familiares, pasando por los objetos más cotidianos y cercanos. Estamos ante un artista que retrata la vida cotidiana y los rostros y paisajes que le rodean con una fidelidad y profundidad sólo comparables con su extraordinario lirismo.

Considerado uno de los máximos exponentes del Hiperrealismo del siglo XX, Antonio López siempre ha creído que la fuente máxima de creatividad es la libertad y que incluso en las civilizaciones atrapadas por costumbres y religiones asfixiantes es posible alguna clase de libertad expresiva. El paisaje es el género que más se repite en las diferentes etapas de su carrera y casi siempre es fruto de su fascinación por el entorno urbano. El maestro manchego mira la ciudad en momentos que los demás emplean para el descanso y la estudia durante largos periodos antes de ponerse a pintarla. Luego retoca, rehace y corrige obsesivamente, llegando a recuperar piezas que ya estaban en manos de sus clientes para dar otra vuelta de tuerca al proceso creativo. Los otros dos grandes géneros del maestro manchego son la naturaleza muerta y el retrato. Antonio López dota de una importancia sublime a cada objeto que representa en sus bodegones y los rodea de una atmósfera poética sin igual mediante la utilización de una gama de colores siempre tenues y delicados.
Para la figura humana elige casi siempre la escultura, técnica que le permite profundizar en la proverbial preocupación que siente por la forma de las cosas, su volumen y la materia de la que están echas.

La primera gran antológica de su obra tuvo lugar en Albacete en 1985. A esta le siguieron exposiciones en el Museo de Arte Moderno de Bruselas, junto con Tapies y Chillida, y en Nueva York. En 1992, el director de cine Víctor Erice filmó El sol del membrillo, donde reflejaba el proceso creativo del artista. En 1993 presentó su muestra antológica en el Centro de Arte Reina Sofía. Ese mismo recibió el encargo de pintar un retrato de la Familia Real.

Recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1985 y tiene también el Premio Velázquez de Artes Plásticas desde 2006. Representante prestigioso del realismo contemporáneo español, es artista exclusivo de la Galería Marlborough de Nueva York desde 1970. En 1983, le fue concedida la Medalla de Oro de Bellas Artes y la Medalla de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Es académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en 1998 le fue impuesta la Medalla de la Academia de Yuste.

Está considerado como el padre de la escuela hiperrealista madrileña y su estilo ha influido en artistas como Toral o VillaseñorSu obra empieza a ganar reputación. Primero nacional, en 1961 celebra su primera muestra individual en una galería comercial de Madrid y enseguida internacional, entre 1965 y 1968, expone en la Staempfli Gallery de Nueva York. Es el pintor español vivo más cotizado, después de que una de sus pinturas, Madrid desde Torres Blancas, fue subastada el  en Londres por 1,8 millones de euros, lo que le convierte en el artista español vivo de mayor cotización. Con el imponente paisaje urbano Madrid desde Torres Blancas, el pintor Antonio López logró batir la cotización de un artista español vivo, sentenciada por el martillo de la sala Christie's en la colosal cifra de 1.385.250 libras esterlinas.

Lo que tal vez no sea tan conocido es que, Antonio López, es también un magnífico escultor. Es sabido que el artista en la mayoría de los casos emplea años en completar cada una de sus obras, su minuciosidad y afán de perfección le lleva a algo parecido a la obsesión, como él mismo ha reconocido. Un ejemplo son sus impresionantes esculturas Hombre y Mujer”.

Su historia comenzó, en forma de dibujos, en 1961. Y el nacimiento de las figuras modeladas a tamaño natural tuvo lugar en 1968, aunque no serían finalizadas hasta 1994. Una “historia desmesurada”, como él mismo dice. En 1973 el autor dio por terminada a la mujer, año en que las esculturas fueron adquiridas por una coleccionista americana. Pero, con permiso de la dueña, que nunca llegó a tenerlas físicamente, Antonio López continuó trabajando en la figura del hombre durante muchos años en su taller. Realizadas en madera de abedul, constan de muchas piezas pequeñas talladas y ensambladas entre sí, mediante tornillos, encoladas, y policromadas al óleo y mediante pigmentos. Los ojos son de cristal, por lo que las figuras parecen vivas, especialmente el hombre, cuyo rostro tiene tanta expresividad que da la impresión de que te devuelve la mirada. Más de treinta y cinco años después de que Antonio López realizara los primeros dibujos, siendo aún un joven de 25 años, ambas figuras llegaron al Museo Reina Sofía, y allí se encuentran desde octubre de 2001. Adquiridas por la empresa Repsol, pasaron a ser propiedad del Estado como pago de impuestos por parte de esta compañía.
Muy cerca del Museo, al otro lado de la glorieta de Atocha, hay otras dos esculturas de Antonio López. En el verano de 2008 fueron instaladas en la estación dos esculturas de gran tamaño tituladas Día y NocheEncargadas por el Ministerio de Fomento en 2002, fueron colocadas en el vestíbulo de las llegadas en la estación de la Puerta de Atocha. Las pueden contemplar los viajeros que llegan en el AVE a Madrid, o los que esperan a esos viajeros en el gran vestíbulo, escenario perfecto para esas esculturas gigantes.
Estos bustos de bronce de tres metros de alto por tres de ancho necesitaban espacio para poder trasmitir la ternura que encierran, y aquí lo han encontrado. La niña despierta y la niña dormida representan para el autor el día y la noche, el paso del tiempo acompañado por el paso de los trenes. Las cabezas fueron fundidas en bronce a partir de moldes de escayola, e instaladas sobre sendas peanas; cada escultura pesa más de dos mil kilos.

"La vida, el hombre y la mujer, el tiempo, el día y la noche"El gran artista del realismo, Antonio López García,  parece también un gran filósofo.

Abstracción en la escultura

A medida que avanzamos cronológicamente en el siglo XX encontramos una serie de cambios en las artes plásticas. Las formas se convierten en abstracción pura, como es el caso de Eduardo Chillida Juantegui  (San Sebastián 1924-2002).


El escultor Eduardo Chillida  es uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional. Su obra, galardonada en innumerables ocasiones, expuesta en más de una veintena de los más importantes museos, presente en el paisaje urbano de las más bellas ciudades y objeto de reflexión de grandes pensadores, es un legado de referencia ineludible en el panorama artístico del siglo XX.
Chillida labra, forja, talla, esculpe, moldea, fragua para buscar no sólo la forma que surge entre sus manos sino el vacío que va quedando, eso que no vemos, o no vemos tan fácilmente. Materia, forma y espacio, eso es la escultura de Chillida.

Sus primeras obras recogen algunas de las orientaciones marcadas por la escultura contemporánea, especialmente la de Henry Moore, el escultor que ejerció en aquellos años mayor influencia; también muestran el interés del escultor vasco por la estatuaria griega arcaica. A partir de 1951, su evolución cambia de modo sustancial, aunque nunca olvidará el tratamiento del espacio, la masa y el volumen característico del escultor británico.
En la localidad guipuzcoana de Hernani comenzó a trabajar en la fragua de Manuel Illarramendi, quien le enseñó los seculares secretos del arte de la forja. Aquel mismo año, Chillida alumbró su primera escultura abstracta Llarik: una austera y primitiva estela en la que el hierro y la madera (materiales con fuertes connotaciones míticas dentro de la tradición y la cultura vascas) se integraban desmintiendo la vieja jerarquía entre «estatua» y «peana». Esta obra supuso un antes y un después en su trayectoria artística, no sólo por la elección de los materiales mencionados, sino, sobre todo, porque en ella se asentaban, aunque de modo todavía incipiente, conceptos constitutivos de su obra posterior como el espacio, la materia, el vacío o la escala.

A finales de la década empezó a experimentar con nuevos materiales y soportes. En 1959 realizó Abesti Gogora, su primera escultura en madera. Ese mismo año ejecutó también su primera obra en acero, Rumor de límites IV, y sus primeros aguafuertes. En 1963, junto con el historiador y crítico de arte Jacques Dupin, viajó a Grecia. De aquel periplo por tierras griegas nacerían, dos años después, sus primeros alabastros, como los de la serie Elogio de la luz, utilizando la técnica del vaciado, la misma que ya emplearon los grandes escultores de la Grecia clásica y el Renacimiento.
Asimismo, también utilizó el acero (uno de los materiales en los que trabajaba más a gusto) en la concreción de muchas de sus esculturas de los años 80 y 90, como el Monumento a los Fueros (Vitoria, 1980), Homenaje a Jorge Guillén (Valladolid, 1982), Homenaje a Rodríguez Sahagún (Madrid, 1993), Jaula de la libertad (Trier,1997), Diálogo-Tolerancia (Münster, 1997) o Berlín (con esta obra, situada frente a la nueva Cancillería de la capital alemana e inaugurada póstumamente en 2002, Chillida quiso simbolizar el espíritu conciliador de la nueva Alemania unificada).

Su obra se caracteriza por su introducción en los espacios abiertos, integrándose para formar parte de ellos. Así, sus esculturas salen de su encierro en los museos, «toman la calle» y se acercan a cualquier persona que lo desee. Por ejemplo: El peine de los vientos se abre al mar de San Sebastián; la Plaza de los Fueros de Vitoria hace desear al espectador introducirse en ella para desvelar sus misterios. Y así también Lo profundo es el aire, del Museo de Escultura Española del Siglo XVII, en Valladolid; su Puerta de la Libertad, del barrio gótico de Barcelona; y la que tal vez sea su obra más emblemática, Gure Aitaren Etxea, en Gernika. 

A lo largo de su vida, Chillida recogió infinidad de condecoraciones y de premios, además de participar en centenares de exposiciones alrededor del mundo entero. La Bienal de Venecia (1958), el premio Carnegie (1965) o el Rembrandt (1975). 
También le fueron otorgados el Príncipe de Asturias en 1987 y la Orden Imperial de Japón en 1991. Asimismo, recibió la distinción como Académico de Bellas Artes en Madrid, Boston y Nueva York, y la de convertirse en Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante (1996). 

Ahora, gran parte de su obra, quizá las piezas más queridas por el autor, pueden disfrutarse en el Chillida Leku, un Museo a la medida de sus obras: al aire libre, en un paisaje privilegiado donde obra y medio se integran a la perfección, o dentro del recinto, donde las manos quieren tocar esas obras llenas de secretos y sorpresas, a través de las cuales se puede observar la realidad desde una nueva perspectiva.

Chillida, el escultor del espacio, el buscador del espacio, el pensador del espacio. Como antes que escultor y que cualquier otra cosa fue portero de fútbol, de la Real Sociedad, ahí, frente al campo, con la portería detrás, tuvo que enfrentarse a la realidad en tres dimensiones, y no en dos como solemos percibirla la mayoría. Cuando finalmente tuvo que dejarlo por una lesión, debió de haber quedado ya marcado para siempre por el sentido del espacio. Tanto, que tal vez por eso abandonó a la mitad la carrera de arquitectura, porque intuía ya entonces que a muchos arquitectos parecen importarles más las fachadas, los cerramientos… que lo que queda dentro, y él quería un oficio donde el espacio, lo contenido, fuera tan importante como lo continente.

Defendió la obra pública como mecanismo para garantizar un acceso a su obra en lugar de la realización de obras de arte en serie. Algunas de sus obras más conocidas no sólo se encuentran en espacios públicos, sino que forman parte intrínseca de él, como El Peine de los Vientos en San Sebastián. Otra de sus obras de ubicación pública y escala monumental es Elogio del Horizonte en Gijón.

En el año 1999, el Museo Guggenheim de Bilbao y ampliando la muestra que un año antes había ofrecido el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, celebró el 75º aniversario del escultor con una interesante retrospectiva en la que se presentaron más de 200 obras. Esta exposición ha sido, hasta el momento, la más importante que se le haya dedicado al artista.
Su obra no sólo puede concebirse como un sinfín de construcciones en el espacio, ya que éste es igualmente protagonista en sus trabajos. La abstracción de sus obras emana una grandeza espiritual difícilmente explicable en palabras. Sus esculturas parecen encarnar la bondad de la propia creación, en la que nunca falta la razón, el equilibrio, lo diferente, la pasión, la luz, la oscuridad, lo íntimo y lo universal, lo estático y lo dinámico, lo equitativo, lo asumible y lo inesperado. La obra de Chillida es un canto de esperanza para el milenio que ahora comienza.

Pop Art

El pop art o «arte popular» irrumpe en el escenario artístico en Inglaterra en la segunda mitad de los años cincuenta, aunque es en Estados Unidos, en la década siguiente, donde alcanza las cotas más altas. Se trata de un arte figurativo y urbano que recupera las imágenes y los objetos de consumo de la sociedad de masas (anuncios, películas, cómics y objetos cotidianos) para establecer con ellos nuevos planteamientos estéticos, con lo que vincula la cultura popular y el arte de élite.
Las manifestaciones artísticas e imágenes pop tienden a reflejar aspectos propios de la atmósfera de la ciudad y del consumismo. El pop busca acercar y poner en contacto la obra con la cultura de masas y la sociedad.


El artista Andrew Warhola (Pittsburgh 1928-1987 Nueva York), más conocido como Andy Warhol.  Dibujante, pintor, grafista, cineasta, fotógrafo, productor musical y empresario, es considerado el fundador y la figura más relevante del llamado Pop Art. Este artista norteamericano es quizás uno de los más conocidos a nivel mundial por su obra gráfica en serie, su arte pop y caras famosas, sus polémicas, películas y excentricidades; todo ello lo transformaron en un icono del siglo. Convirtió el arte en un medio de expresión de la sociedad de consumo. En sus obras juega con las imágenes más populares y cotidianas de nuestro tiempo.

Warhol es el creador de una nueva mitología de iconos de la nueva realidad norteamericana y convierte en arquetipos culturales a los símbolos de su ideario comunista (Mao), estrellas de Hollywood (Marilyn, Liz Taylor, James Dean), mitos de la música juvenil (Elvis Presley)  y objetos de consumo cotidiano que se identifican con la sociedad de Estados Unidos (Coca – Cola, sopa Campbell...). Utiliza el procedimiento de la serigrafía y el reportaje fotográfico, repite sistemáticamente su representación y amplía su tamaño. Todo ello empleando colores industriales impactantes.

Warhol comenzó su trabajo como artista comercial para una gran variedad de clientes, incluyendo los expedientes de Colombia, la revista Glamour, Harpers Bazaar, NBC, Tiffany & Co, Vogue, entre otros. Después de establecerse como un artista gráfico reconocido, Warhol se dedicó a la pintura y el dibujo en la década de los años 50. Realizó anuncios publicitarios, ilustraciones y pinturas que en el año 1955 le ganaron renombre como pintor de aceptación masiva en Nueva York, una ciudad que hizo su casa y estudio para el resto de su vida.

A medida que maduraba sus pinturas incorporaban fotografía basada en técnicas que desarrolló como ilustrador comercial. El Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York incluyó su obra en su primera exposición colectiva.
La obra de Warhol es fiel exponente del mundo moderno, en ella la reproducción, la pérdida de originalidad y la disponibilidad de imágenes son arte, “el arte comercial es mucho mejor que el arte por el arte". Convencido de esto creó la Factory, un taller creativo donde concurrían artistas plásticos, actores, músicos y gente que, al igual que él, creían que el arte no es más que lo que los espectadores consumen. Imágenes en las que la firma del autor se convierte en marca registrada. El análisis de su obra queda perfectamente descifrado en sus palabras.

Desarrolló una imaginería personal a partir de objetos completamente impersonales, como billetes de dólar o nuevos productos de moda. Utilizaba imágenes propias de los medios de masas, periódicos y carteles, pero sobre todo televisión para definir un Olimpo particular compuesto de símbolos de la cultura americana, como la silla eléctrica, las fotografías de cargas policiales contra manifestantes por los derechos civiles o retratos de celebridades. La botella de Coca-Cola se convirtió para él en un tema pictórico. 

Cuando se le preguntó sobre el impulso de pintar latas de sopa Campbell, Warhol respondió:
“Yo quería pintar nada, ya que estaba buscando algo que era la esencia de la nada, y eso fue todo”.
Las latas de sopa humilde pronto ocuparon su lugar entre la Marilyn Monroe, signos de dólar, los desastres y las botellas de Coca Cola como obras esenciales, ejemplares del arte contemporáneo.

En los años 70 hace retratos de sus amigos,  entre ellos Carolina Herrera, Liza Minelli y Elizabeth Taylor. Es también en esta época cuando es contratado por varios fabricantes de automóviles para pintar sus vehículos de competición de una manera que llamen la atención, entre ellos la firma BMW. Así se creó el Art- Car. En 1981 empieza a pintar detalles de cuadros de artistas renacentistas como Da Vinci, Botticelli y Uccello.

Más de veinte años después de su muerte, Andy Warhol sigue siendo una de las figuras más influyentes en el arte contemporáneo y la cultura. La vida de Warhol y su trabajo inspira a los pensadores creativos de todo el mundo gracias a sus imágenes perdurables, su celebridad artísticamente cultivada y la continua investigación de los académicos dedicados. Su impacto como artista es mucho más profundo y más grande que su observación de una clarividente que:
“todo el mundo será famoso durante quince minutos” (Andy Warhol).

Dio lugar a su curiosidad omnívora de un enorme cuerpo de trabajo que se extendió por todos los medios disponibles y la mayoría contribuyó a la caída de los límites entre alta y baja cultura.

Arquitectura orgánica

Frank Lloyd Wright (Wisconsin 1867-1959 Arizona). Fue uno de los principales maestros de la arquitectura del siglo XX conocido por la arquitectura orgánica y funcional de sus diseños. Se formó en la escuela de Chicago y fue discípulo de Sullivan, aunque abandonó muy pronto el funcionalismo. En oposición a los principios racionalistas y funcionalistas se desarrolló una arquitectura preocupada por buscar la correspondencia entre arquitectura y naturaleza, y por emplear formas más orgánicas.
Esta tendencia, denominada organicismo, pretende poner los medios técnicos al servicio del ser humano, y por ello parte del conocimiento de éste. Se tiene muy en cuenta la psicología experimental y, puesto que las sensaciones tienen mucho que decir, el arquitecto debe tener presente la acústica, la armonía de colores y la armonía de la vivienda con el entorno. Con el organicismo se recuperan los materiales como la madera, el ladrillo o la piedra, y la arquitectura adquiere formas más libres, recobrando el espacio una nueva flexibilidad.

Sus edificios están integrados en la naturaleza como si nacieran de ella. Por eso respetaba las desigualdades del terreno, lo que producía en consecuencia un predominio de la asimetría. Sus casas, árboles y rocas formaban parte del diseño, y en su interior los materiales dejaron en su estado natural color y textura. Rechazó las grandes cristaleras y utilizó aleros muy volados para que la luz, en vez de entrar directamente, lo hiciera tras reflejarse en el suelo.

Wright creó un nuevo concepto respecto a los espacios interiores de los edificios, que aplicó en sus casas de pradera pero también en sus demás obras. Wright rechaza el criterio existente hasta entonces de los espacios interiores como estancias cerradas y aisladas de las demás, y diseña espacios en los que cada habitación o sala se abre a las demás, con lo que consigue una gran transparencia visual, una profusión de luz y una sensación de amplitud y abertura. Para diferenciar una zona de la otra, recurre a divisiones de material ligero o a techos de altura diferente, evitando los cerramientos sólidos innecesarios. Con todo ello, Wright estableció por primera vez la diferencia entre "espacios definidos" y "espacios cerrados". Además estudió con gran atención la arquitectura maya y aplicó este estilo a muchas de sus viviendas.

Otro proyecto innovador en cuanto al método de construcción fue la casa Barnsdall, en Los Ángeles, que se realizó mediante bloques de cemento prefabricados, diseñados por él. Este método de construcción lo aplicó después también en otras de sus obras. En las casas de la Pradera, donde se acusa la influencia japonesa, aplicó algunos de estos principios. En ellas, paredes, suelos y techo forman un todo continuo y se acaba con la división de estancias.

Posteriormente realizó el Hotel Imperial de Tokio (1918), en el cual tuvo que aunar la resistencia sísmica y las tradicionales viviendas apaisadas japonesas.
Uno de sus proyectos más destacados y más conocidos lo realizó entre 1935 y 1939. Se trata de la casa de la cascada (Falling Walter House), en Pensilvania (Estados Unidos), la más famosa de las casas de campo, donde el arquitecto consigue una magistral integración de la vivienda con la naturaleza. Edificada sobre una enorme roca, directamente encima de una cascada con un estilo moderno adelantado a su época. Unos anchos voladizos separan cada uno de los tres pisos, que a la vez tienen función de terraza. Los materiales utilizados para su construcción (piedra, madera y ladrillo) contribuyen a lograr la unidad del edificio con el entorno natural. El interior es amplio y no cuenta con espacios limitados, lo que hace más habitable la vivienda. Se dice que este proyecto lo realizó mientras era profesor en la Bauhaus en Alemania.

En los años siguientes, Wright diseñó toda clase de proyectos, y en todos introdujo criterios originales y avanzados para su época. También escribió otros libros y numerosos artículos, algunos de los cuales se han convertido en clásicos de la arquitectura de nuestro tiempo. Wright era entonces el arquitecto norteamericano por excelencia.

El Museo Solomon R. Guggenheim en Nueva York es sin duda uno de los más celebrados y a la vez más polémicos edificios de la arquitectura moderna. Es, junto a la Casa de la Cascada, la obra más famosa del maestro norteamericano, quien recibió el encargo del museo a sus 76 años. Las formas curvas de la propuesta contrastan dramáticamente con el resto de la fábrica urbana neoyorquina, siendo a la vez un ente provocador e innovador. En su interior se encuentran algunas de las más importantes del arte moderno, incluyendo a figuras como Vasily Kandisnky, Paul Klee, Pablo Picasso y Piet MondrianLa forma de la propuesta produjo gran controversia, por lo que el museo tardó 15 años en ser construido, culminándose 10 años luego de la muerte de Solomon Guggenheim y 6 meses tras el fallecimiento de Wright. 
El edificio en sí mismo se convirtió en una obra de arte. Desde la calle, el edificio parece una cinta blanca enrollada en forma cilíndrica, levemente más ancha en la cima que abajo. Internamente, las galerías forman una espiral. Así, el visitante ve las obras mientras camina por la rampa helicoidal, como un paseo. Figuró y sigue figurando como uno de los museos más modernos del mundo.
En 1992 el edificio fue complementado adosándole una torre rectangular, más alta que el espiral original. Esta modificación del diseño original de Wright generó una fuerte controversia.

El edificio de Wright ha sido víctima de algunas críticas hechas por artistas que sienten que el edificio ensombrece las obras allí expuestas y que es dificultoso colgar apropiadamente las pinturas.
“El gran acto final de Wright, el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York es un regalo de pura arquitectura o más bien de escultura. Es un helicoide espacial continuo, una rampa circular que se expande mientras se enrolla vertiginosamente en torno a un pozo de espacio sin obstrucción, coronado por una cúpula plana acristalada. Una construcción sin costuras, el edificio evocado por Wright como la onda continua” (Spiro Kostoff)



Impresionismo Clásico

Resulta difícil situar la obra de Edouard Manet (París 1832-1883), si es cierto que introdujo grandes novedades temáticas y técnicas en sus lienzos que le sitúan en el Impresionismo, todo su deseo fue triunfar en el Salón de París, el lugar oficial del momento, alejándose de los foros independientes. Quizá este debate proporcione mayor encanto a sus cuadros, al no saber con certeza dónde situarnos, si ante un realista reconocido o ante un impresionista por reconocer.

De todos los artistas de su tiempo, Manet era quizás el más contradictorio. Aunque se le consideraba un personaje controvertido y rebelde, se pasó casi toda su vida buscando la fama y la fortuna, y lo que quizás sea más importante, un pintor que ahora es aceptado como uno de los grandes, solía mostrarse inseguro de su dirección artística y profundamente herido por las críticas hacia su obra. Tuvo que esperar al final de su vida para conseguir el éxito que su talento merecía. Pese a que se le considera uno de los padres del Impresionismo, nunca fue un impresionista en el sentido estricto de la palabra. Por ejemplo, jamás expuso con el grupo y nunca dejó de acudir a los Salones oficiales, aunque le rechazaran.

Los Impresionistas hicieron propios la importancia que Manet daba a la luz, el intento de transmitir la sensación, los temas de la actualidad cotidiana, los colores claros y la arbitrariedad de la perspectiva. Y a diferencia de ellos, Manet no suprimió de su paleta el blanco, el negro y el gris. Su pincelada no se fragmentaba en pequeñas comas, practicaba con reticencias la pintura al aire libre y trabajó en el paisaje, aunque introduciendo figuras.
Se proponía mostrar la sensación en estado puro, lo que impresiona mediante los sentidos, la sensación inmediata que produce la plasmación de la luz, antes de que sea elaborada y corregida por el intelecto. Su pintura, sin claroscuros y sin relieves, está hecha a base de zonas de colores planos. No hay distinción entre la luz y la sombra al yuxtaponerse manchas tonales con manchas de color.

En su primera etapa se formó como pintor en el estudio de un académico, trabajando en el Louvre y a través de las obras de Tiziano, Velázquez y Goya. De los maestros contemporáneos le interesaba Courbet, en lo que respecta a pintar lo que se ve en su propio tiempo. En su obra queda reflejada la influencia de la pintura española, especialmente de Velázquez y Goya.
En los años sesenta, su pintura de tema español, tan de moda por entonces en Francia, fue bastante bien acogida y en 1861 el Salón aceptó por primera vez un cuadro suyo, El Guitarrista español.
Sus lienzos de esta etapa se orientan hacia la valoración del negro, exaltado por grises y colores claros, y temas españoles: Lola de Valencia (1862). También se observa el influjo de los grabados japoneses, de los que imita la aplicación plana del color, sin modelar. En obras como El Pífano (1866) se fusionan la influencia española y la japonesa. Su obra fue violentamente criticada.

En el Salón de lo Rechazados, expuso  entre otras obras, el que será sin duda, uno de sus cuadros más escandalosos, rechazado en el Salón de 1863 Desayuno sobre la hierba (1863).
Este cuadro obtuvo la repulsa unánime del público y la crítica. Sólo lo aceptaron y comprendieron sus compañeros, los jóvenes pintores del momento. Lo que escandalizó no fue el desnudo en sí, sino el modo de presentación con vestimentas modernas y un cuerpo femenino vulgar, lejos de la perfección.

Pero más escandalosa todavía fue la Olympia, pintada en 1863 pero no presentada al Salón hasta 1865, donde fue rechazada. Entre las razones por las que este cuadro iba a resultar chocante no son las menos importantes el hecho no sólo de que es una clara parodia de una obra renacentista, (la Venus de Urbino del Tiziano), sino también una flagrante descripción de los hábitos sexuales modernos. Ambas obras entusiasmaron a los pintores más jóvenes por lo que suponían de observación directa de la vida contemporánea, por su naturalidad y por su emancipación técnica. Manet se convirtió en el personaje principal del grupo que se reunía en el Café Guerbois, la cuna del Impresionismo. 

A partir de 1870, Manet, debido a la admiración  que sentían por el los jóvenes impresionistas, se acercó cada vez más a este movimiento. Así eliminó el claroscuro y los tonos intermedios, resolvió las relaciones de tonos con relaciones cromáticas y pintó al aire libre. A pesar de ello, y a diferencia de los impresionistas, no hizo de la pintura al aire libre el motivo  central de su obra.
Sus cuados presentan pinceladas libres y ricos colores. Aunque adoptó una técnica más vibrante y aclaró la paleta, no abandonó los colores contrastados.
En obras como Orillas del Sena en Argenteuil (1874), villa donde pasó un verano junto a  algunos impresionistas como Monet, revela el abandono de los colores oscuros y una pincelada más suelta, rasgos que lo aproximan aún más al impresionismo.

La culminación de su arte tiene lugar con su última obra, El Bar de Folies – Bergére (1881), cuadro de la vida parisina en el que aparece la figura de una mujer tras la barra del bar. Detrás de la camarera, un espejo nos muestra el interior del local  a ella misma atendiendo a un cliente. El espejo es un elemento que recuerda Las Meninas de Velazquez. En esta obra Manet luce una rica paleta y vibraciones lumínicas.

Ningún pintor del grupo impresionista ha sido tan discutido como Manet. Para algunos fue el pintor más puro que haya habido jamás, por completo indiferente ante los objetos que pintaba, salvo como excusas neutras para situar un contraste de líneas y sombras. Para otros, construyó simbólicos criptogramas en los que todo puede ser descifrado según una clave secreta, pero inteligible. 
Para algunos Manet fue el primer pintor genuinamente moderno, que liberó al arte de sus miméticas tareas. Para otros, fue el último gran pintor de los viejos maestros, demasiado enraizado en una multitud de referencias histórico-artísticas. Algunos creen todavía que fue un pintor de deficiente técnica, incapaz completamente de conseguir una coherencia espacial o compositiva. Otros piensan, por fin, que fueron precisamente estos defectos los que constituyeron su deliberada contribución a las drásticas y enormemente fructíferas transformaciones que introdujo en la estructura pictórica.

Escultor del Arte Neoclásico

Este artista es una buena demostración de cómo la genialidad supera todo tipo de dificultades. El italiano Antonio Canova (Possagno 1757-1822 Venecia) al quedar huérfano a muy corta edad, tuvo que colocarse en una cantera. Y allí, en contacto con la piedra, él mismo pudo descubrir que tenía unas dotes excepcionales para la escultura. En su adolescencia, fue capaz de esculpir obras en mármol de considerable tamaño y elevada calidad.

La escultura de Canova señala en Italia el tránsito del Barroco final al Clasicismo. Es un escultor de elevada técnica que imita los modelos de obras griegas conservados en su país.

Fue así como este hombre nacido en el Veneto acabaría por instalarse en Roma, donde el éxito acompañaría de forma creciente su producción que, iniciada dentro de los patrones del último barroco, derivaría hacia un estilo propio que puede considerarse el paradigma de la escultura neoclásica. Sus obras se inspiran directamente en los modelos de la antigüedad y su maestría en el trabajo del mármol queda bien patente a lo largo de su dilatada carrera, que lo llevó a ser considerado en su época el mejor escultor de toda Europa.

Como buen clásico, amó la juventud y sus representaciones son siempre de grupos de efebos y muchachas. Sus principales esculturas son dioses y mujeres de las que sólo conoció la belleza externa. Los temas tratados son preferentemente mitológicos: en (1787) Amor y Psique, (1757-1822) Las Tres Gracias y (1797-1801) Perseo.

Trabajó en Roma para los Papas, sus obras fueron solicitadas por los reyes y poderosos del continente, incluido Napoleón Bonaparte, y cultivó todo tipo de temas, desde el retrato hasta el sepulcro funerario, pasando por los de carácter mitológico, por los que sentía especial predilección.

El éxito artístico de Canova debe entenderse también desde la perspectiva de su peculiar forma de trabajar. Él, que había comenzado su carrera prácticamente como picapedrero, ponía en cada trabajo un afán de artesano que le llevaba a elaborar cada obra con una gran meticulosidad hasta que la pieza quedaba a su completa satisfacción. Una vez concluida la talla de la escultura, cuidando al máximo todos los detalles, Canova se esmeraba en su pulimento, hasta hacer que la superficie quedase absolutamente brillante. Buscaba con ello dejar en sus esculturas su peculiar idea de belleza, que siempre concibe de una forma idealizada, al modo griego.
Sus primeras obras venecianas, como Orfeo y Eurídice (1773) o Dédalo e Ícaro (1779), están impregnadas todavía del espíritu barroco que reinaba en la ciudad de la laguna. Cuando era ya un artista consagrado, se estableció en Roma (1781), donde definió el estilo que lo caracteriza, inspirado en la Antigüedad clásica y poderosamente influido por los principios teóricos de Winckelmann, Milizia y otros autores cuyas doctrinas se hallan en la base del nacimiento del estilo neoclásico.
En Roma, fue capaz de alimentar el fervor de las ideas que se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XVIII a través de la labor de los primeros entusiastas, los amantes del mundo clásico.
Sus primeras obras del período romano, como Teseo y el Minotauro (1787), manifiestan ya la maestría técnica y la perfección en el acabado que le eran habituales. En vez de mostrar la lucha entre ambos, representa al héroe victorioso sentado sobre el cuerpo muerto del monstruo, contemplándolo serenamente.

También se le atribuyen las Monumentales Tumbas de Clemente XIII, Clemente XIV y María Cristina de Austria, en las que las figuras adoptan un profundo recogimiento. En la Tumba Papal de Clemente XIV la composición piramidal culmina en la figura entronizada del pontífice sobre el sarcófago flanqueado por unas afligidas Virtudes.
De hecho, todas sus obras fueron fruto de una larga elaboración, de una ejecución realizada con un detallismo casi artesanal. No fue Canova un escultor nato y de cincel fácil, sino que se forjó a través del estudio y el trabajo; mediante la práctica diaria del dibujo, por ejemplo, perfeccionó su plasmación del desnudo y superó las deficiencias de sus primeros estudios anatómicos.

El nombre de Canova se asocia esencialmente a esculturas de mármol de acabado y pulido perfecto, que encarnan la belleza ideal y son frías y distantes, libres de la expresión de cualquier sentimiento o turbación. Este escultor, que encarna de maravilla el gusto de su tiempo, plasmó la belleza natural en reposo, libre de cualquier movimiento espontáneo y con una monocromía y simplicidad que contrastan vivamente con la etapa precedente.
En esta línea se inscriben sus dos creaciones más conocidas: el retrato de la hermana de Napoleón, Paulina Borghese Bonaparte (1804-1808) y  Las tres Gracias creadas entre (1757-1822) que encarnan el desnudo femenino en toda su perfección, y en ellas el artista parece querer reflejar algo de su mundo interior.
Paulina Bonaparte está esculpida como una Venus, sobre un diván, con la elegancia y la ligereza características de Canova. Se encuentra en la Galería Borghese de Roma. Está relacionada con el cuadro de David de Madame Récamier.
Entre las muchas efigies oficiales que realizó es particularmente célebre el Napoleón desnudo, cabal ilustración de los ideales neoclásicos. Su fama como artista le abrió numerosas puertas y lo convirtió en un hombre enormemente influyente, a quien el Papado encomendó algunas misiones delicadas, como la recuperación de las obras de arte expoliadas por Napoleón.

La maestría de Canova en el tratamiento del mármol le permite representar el calor de los cuerpos, la vitalidad y el sentimiento, algo casi imposible de conseguir de un material en apariencia frío y alejado de la naturaleza viva, consiguiendo dotar de piel a sus esculturas.
Participó por encargo de Carlos IV en la decoración escultórica de la casita del labrador de Aranjuez, (Madrid). Sabemos todos que la belleza es algo subjetivo, pero Canova creía firmemente que él lograba hacerla inmortal en sus obras de mármol. Entendió la escultura como una sublimación de las formas de la naturaleza.



Arte español del siglo XVIII

Francisco de Goya y Lucientes (Zaragoza 1746 -1828 Francia). Los grandes genios son siempre difíciles de encasillar. Habitualmente ellos marcan las pautas de un estilo concreto pero a veces, y es el caso de Goya, se desvinculan del estilo característico de su tiempo. Quizá la figura de Francisco de Goya sea más atrayente por lo que supone de ruptura. Su pintura no puede considerarse Neoclásica, aunque se sitúa entre finales del XVIII y principios del XIX.

Fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. Se calcula que pintó más de quinientos cuadros de  todos los tamaños, una enorme cantidad de dibujos, grabados y litografías, sin repetirse jamás.

En todas estas facetas desarrolló un estilo que inaugura el Romanticismo. Anticipó con su arte los caminos para la modernidad, trazando las pautas del arte contemporáneo. Esta anticipación favoreció el triunfo de la estética impresionista; además, sus pinturas deformes constituyen un precedente del expresionismo pictórico. Trabajó con temas que anunciaban el surrealismo y se adelantó al Realismo al retratar las clases sociales más pobres. También fue un prerromántico por la arrebatada pasión de sus personajes.

Goya fue pintor de corte de los monarcas borbónicos y recibió muchos encargos de la burguesía y aristocracia, trabajos que alternó con obras en las que daba rienda suelta a su imaginación. Comenzó siendo un pintor inmerso en la corriente decorativa de un Barroco que iniciaba su proceso de descomposición. Ejecutó obras de un estilo próximo al rococó y sobrevivió al academicismo y al Neoclasicismo, creando un estilo propio y personal. El arte goyesco supone asimismo el comienzo de la pintura contemporánea, y se considera precursor de las vanguardias pictóricas del siglo XX.

Su pintura arranca en el Rococó y termina en el Romanticismo, pero él discurre por cauces a veces paralelos, a veces divergentes, pero siempre geniales y únicos. Empleó  procedimientos de composición neoclásica como la ordenación geométrica regular.  Agrupó las figuras conforme triángulos regulares, cuadrados, rectangulares, rombos, pirámides, etc.
Para que distingamos bien a los personajes en los retratos colectivos, los colocaba siguiendo líneas paralelas.  Pintó lo bello con exquisita delicadeza, pero supo también destacar en contrapartida, lo feo, lo terrible y monstruoso, que en determinados momentos desemboca en lo grotesco.

Goya es un pintor esencialmente colorista. Comenzó pintando cartones con colores opacos y terrosos y llegó a obras de composiciones limpias y llenas de luz. En los últimos años del siglo XVIII, comenzó a investigar los grises, pero demostró entusiasmo por los tonos rojizos y las coloraciones intensas. Al comienzo del nuevo siglo, el negro ganó terreno en su paleta; con él pintó parte de las composiciones de la Quinta del Sordo. En su última etapa, el negro llegó a ser parte integrante de sus retratos.

Su pincelada es ancha, casi una auténtica mancha. En algunos momentos utilizó la espátula e incluso los dedos.

Su primera etapa (1763 – 1781) transcurre desde su formación barroca en Zaragoza, un periodo en Roma y las enseñanzas de Francisco Bayeu. De este último  aprendió un dibujo deshecho, abocetado con un estilo suelto y  a jugar con la luz los brillos. La técnica de pincelada rápida en grandes masas abocetadas y de toques dinámicos se deja ver en la decoración pictórica de la bóveda del Coreto en la Basílica del Pilar, con el tema de la Adoración del Nombre de Dios por los Ángeles.
En 1774, Goya se trasladó a la corte, donde pintó los Cartones para la Real Fábrica de Tapices. Realizó una serie importante para la Real Manufactura en los que las escenas populares y de festejos muestran un gran colorido, cierta elegancia, gracia y delicadeza. El Quitasol (1777).

En su etapa de madurez (1781 – 1814), Goya empezó a trabajar como retratista para la corte. Sus retratos son fieles a la realidad y, en ellos, recoge además la realidad psicológica del personaje, detalles y hechos objetivos. Retrata a los monarcas y familiares con un gran parecido físico y, a la vez, demasiado humanos y casi decadentes. Pone más atención en los rostros que en los vestidos, en los que las pinceladas son meras manchas de color. Pintó personajes representativos de todas las clases sociales (igual que Velázquez), desde el rey hasta el más pobre vagabundo.
Además continuó pintando obras religiosas y cartones para tapices, que tratan temas costumbristas de la vida cotidiana y popular madrileña, como la gallina ciega.

En 1979 se publicó la serie de ochenta aguafuertes titulada Caprichos, en la que cada grabado incluye una leyenda que explica el contenido irónicamente. Estos  comentarios sociales en forma de grabados didácticos contenían observaciones sobre realidades de la vida pública. En estos aguardientes se censuran los vicios y errores humanos. Los temas aluden a las extravagancias y locuras de la sociedad de la época, el mundo de las brujas, los monstruos, la locura, la desgracia, etc. En los Caprichos reproduce una oscuridad negra y una luz blanca intensa, lo que crea fuertes contrastes y potencia los valores expresivos.

En 1798 el artista realiza la llamada Capilla Sixtina de Madrid para emular a la romana de Miguel Ángel: los frescos de San Antonio de la Florida, en los que representa al pueblo madrileño asistiendo a un milagro. Este mismo año firma también el excelente retrato de su amigo Jovellanos. El contacto con los reyes va en aumento hasta llegar a pintar La Familia de Carlos IV, en la que el genio de Goya ha sabido captar a la familia real tal y como era, sin adulaciones ni embellecimientos.

Goya fue testigo de los horrores de la era Napoleónica. Desde 1808 comenzó a trabajar en una serie de 82 aguardientes. Los desastres de la guerra fueron publicados en 1863. Imágenes de la guerra, sobre las matanzas civiles, mutilaciones y saqueos, con fondos nocturnos y un punto de vista bajo. En estas estampas contrasta la iluminación blanca con distintas intensidades de negro, lo que aumenta el dramatismo.  Cuadros de temática histórica con fragmentos de una realidad viva en la que el pueblo es el objeto del cuadro, no sus dirigentes.

De las últimas obras de Goya (1814 – 1828) podemos destacar dos de sus cuadros más emblemáticos de acontecimientos históricos: El 2 de Mayo de 1808 en Madrid, conocido también como La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Madrid y el lienzo titulado Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío de Madrid. Obras históricas donde no hay héroes. Durante la llamada guerra de la Independencia, Goya irá reuniendo un conjunto inigualado de estampas que reflejan en todo su absurdo horror la sañuda criminalidad de la contienda. Son los llamados Desastres de la guerra

Como Pintor de Cámara que es retrató a Fernando VII, quien, en último término, evitará que culmine el proceso incoado por la Inquisición contra el pintor por haber firmado láminas y grabados inmorales y por pintar la Maja Desnuda. A pesar de este gesto, la relación entre el monarca y el artista no es muy fluida; no se caen bien mutuamente. La Corte madrileña gusta de retratos detallistas y minuciosos que Goya no proporciona al utilizar una pincelada suelta y empastada. Esto provocará su sustitución como pintor de moda por el valenciano Vicente López.

Goya inicia un periodo de aislamiento y amargura con sucesivas enfermedades que le obligarán a recluirse en la Quinta del Sordo, finca en las afueras de Madrid en la que realizará su obra suprema: las Pinturas Negras, en las que recoge sus miedos, sus fantasmas, su locura.  Una serie de de catorce cuadros que Goya pintó entre 1819 y 1823 con la técnica de óleo al secco sobre la superficie de revoco de la pared de su vivienda. Se había quedado sordo, y esto le llevó a encerrarse en sí mismo y caer en un cierto pesimismo.
Las Pinturas Negras suponen posiblemente la obra cumbre de Goya, tanto por su modernidad como por la fuerza de su expresión. Muchas de las escenas de dichas pinturas son nocturnas, mostrando la ausencia de la luz. Así sucede en La romería de San Isidro, el Aquelarre o la Peregrinación del Santo Oficio, donde una tarde ya vencida hacia el ocaso y genera una sensación de pesimismo, de visión tremenda, de enigma y espacio irreal. La paleta de colores se reduce a ocres, dorados, tierras, grises y negros; con sólo algún blanco restallante en ropas para dar contraste y azul en los cielos y en algunas pinceladas sueltas de paisaje, donde concurre también algún verde, siempre con escasa presencia.

Su última época transcurre en Burdeos, a partir de 1824, donde retrató la gente y la vida sórdida y miserable de su entorno. Estos cuadros están pintados con una pincelada amplia y libre, suelta y abocetada, rápida y escueta, de claro matiz contemporáneo, como ocurre con el óleo La lechera de Burdeos (1827). Una obra que anuncia el Impresionismo.

Goya es el maestro de casi todos los pintores del siglo XIX. “Los románticos” aplauden su imaginación y su colorido. “Los realistas”, su preocupación por las clases más desfavorecidas. “Los impresionistas” valoran de él la pincelada libre, suelta y el que profundice en los personajes y diga lo que piensa de ellos mediante formas y colores.

En el siglo XX los expresionistas apoyan su despreocupación por las formas. Sin embargo, Goya careció prácticamente de discípulos. Ninguno de sus contemporáneos consiguió seguirle en su carrera hacia metas cada vez más novedosas e incomprensibles para los de su generación.

Para entender el alcance del Arte de Goya y para apreciar los principios que gobernaron su desarrollo y su tremenda versatilidad, es imprescindible entender que su labor cubrió un periodo de más de 60 años porque estuvo dibujando y pintando  hasta los 82 años.

Es uno de los escasos genios de la pintura de todos los tiempos. Sus restos mortales descansan desde 1919 bajo sus frescos de la madrileña ermita de San Antonio de la Florida, a pesar de que le falte la cabeza ya que parece que el propio artista la cedió a un médico para su estudio.


Arquitecto del Barroco italiano

Gian Lorenzo Bernini (Nápoles 1598-1680 Roma). Torbellino imparable y artista, es el genio del siglo XVII. De carácter expansivo, brillante y hombre de mundo, está considerado el Miguel Ángel del Barroco. En su adolescencia es ya un artista reconocido. Practicó todas las artes: poeta, pintor, arquitecto, urbanista e incluso la escenografía, concibió espectáculos de fuegos artificiales, realizó monumentos funerarios y fue autor teatral,  aunque se consideraba a sí mismo escultor. Su estilo arquitectónico buscaba la grandeza, la clara distribución de las masas, la rica ornamentación polícroma de los interiores, los solemnes pórticos y la superposición de órdenes colosales. Su arquitectura clasicista, de raíz renacentista, se enriquece con personales estructuras y ornamentaciones barrocas.

La mayor parte de su vida artística discurrió en Roma, donde constituyó su espacio vital y su taumatúrgico taller operativo, que acabaría transformando en el más bello espejo de su tiempo. La Roma de inicios del siglo XVII era una ciudad de un fervor artístico excepcional, novedoso y revolucionario, que acogía artistas de toda Europa en una continua confrontación de ideas y experiencias artísticas.
Durante su vida, Bernini gozó del favor y la protección de siete papas, para los que realizó numerosas obras. Sin embargo, fueron tres los que mayores obras le encargaron. En 1929 fue nombrado arquitecto de San Pedro del Vaticano.

También de esa década son sus primeros proyectos arquitectónicos, como la fachada de la Iglesia de Santa Bibiana de Roma (1624-1626) y la creación del magnífico Baldaquino de San Pedro (1624-1633), dosel sobre el altar mayor de la Basílica de San Pedro, que fue un encargo del Papa Urbano VIII. Este proyecto es una obra maestra que conjuga arquitectura, escultura, pintura y decoración en la que se producen contrastes entre el cromatismo de los muros y la tonalidad del bronce. Está formada por un altar de bronce, sostenido por enormes columnas salomónicas, torneadas en espiral, y de capitel compuesto. Sobre las volutas sitúa un entablamento curvado, coronado por un dosel con ángeles y volutas que se reúnen en el centro para sostener el globo terráqueo y la cruz.

Como constructor de iglesias prefiere la planta central, sea de cruz griega, circular u oval. En las fachadas utiliza pórticos de columnas coronadas por un frontón, como la Iglesia de San Andrés del Quirinal (1658-1670), en la que el tipo de pórtico se adosa a muros curvos y cóncavos, buscando efectos de juego lineal y de claroscuros.
Esta Iglesia, inspirada en el Panteón Romano, posee una planta ovalada, marcada por un pórtico semicircular en la fachada. Las grandes dimensiones del altar, sus columnas y el tímpano se convierten casi en una fachada trasladada al interior; es como el escenario de un teatro. El interior se cubre con una cúpula artesonada. El espacio se articula mediante zonas de luz y sombra, a la vez que las capillas se expanden en claroscuros. El pórtico de la fachada está coronado con volutas.

Además de edificios, Bernini trabajó para la ciudad de Roma, en la que fundió el espacio natural y el espacio urbano al llevar el agua a la ciudad por medio de las fuentes, que contribuyen a la articulación y decoración de la urbe, como la Fuente de los Cuatro Ríos, en la plaza Navona (1648-1651). 

También realizó las tumbas de Urbano VIII (1628-1647) y Alejandro VII (1671-1678), ambas en la Basílica de San Pedro, que, al incorporar figuras tridimensionales en actitud dinámica, difieren notablemente del enfoque puramente arquitectónico de los sepulcros realizados por artistas anteriores.

En 1656, el Papa Alejandro VII encargó a Bernini, que ya había realizado el Baldaquino en el interior de la Basílica, la construcción de la plaza, con el fin de crear un sitio capaz de acoger grandes congregaciones de fieles. Significado simbólico: lugar de concentración de todas las gentes del mundo, La Plaza de las Naciones. Diseñó una planta elíptica que parte de la iglesia y rodea a  la plaza como abrazando a los fieles que se dirigen a la Basílica. Bernini se preocupó principalmente de los juegos de perspectiva y de intensificar el efecto de profundidad, procurando que el templo produjese la sensación de encontrarse lo más al fondo posible.

Las obras de Bernini revelaron ya desde un principio su enorme talento. En su primera fase estilística, Bernini demuestra un interés y un respeto absoluto por la escultura helenística en obras que imitaban a la perfección el estilo antiguo. Entre 1621 y 1625 realizó cuatro obras que lo consagrarían como un maestro de la escultura y le darían fama. Se trata de los cuatro Grupos Borghesianos, cuatro grupos escultóricos basados en temas mitológicos y bíblicos encargados por el Cardenal Borghese.

Bernini fue un escenógrafo muy apreciado, utilizaba todos los recursos disponibles para sorprender al público con efectos ilusionistas, reutilizados después en su arquitectura. Esto se aprecia en conjuntos monumentales que combinan las figuras esculpidas, ubicadas en un escenario arquitectónico. La técnica cuando trabajaba en mármol era de un realismo exuberante, sobre todo cuando se trataba de expresiones del rostro. Su arte es la quintaesencia de la energía y solidez del barroco en su apogeo.

En la escultura, su gran habilidad para plasmar las texturas de la piel o de los ropajes, así como su capacidad para reflejar la emoción y el movimiento eran asombrosas. Bernini introdujo cambios en algunas manifestaciones escultóricas como los bustos, las fuentes y las tumbas. Fue el primer escultor que tuvo en cuenta el dramatismo potencial de la luz en los grupos escultóricos. Esto se evidencia aún más en su famoso Éxtasis de Santa Teresa (1645-1652, Santa María Della Vitoria, Roma), donde los rayos del sol, surgidos de una fuente invisible, iluminan a la Santa en trance y al Ángel sonriente que está a punto de traspasarle el corazón con una flecha de oro.

Bernini fue famoso en vida y todas las cortes europeas deseaban sus servicios. Entre ellos estuvo el rey de Francia Luis XVI que lo llevó a trabajar a París cuando el artista ya contaba con 69 años de edad.

Dentro de las obras arquitectónicas no religiosas de Bernini se incluyen proyectos para diversos palacios, proyectando la fachada principal del Palacio Barberini, así como unos diseños para el Louvre, proyecto que no llegó a ejecutarse y que presentó a Luis XIV en 1665, durante una estancia de cinco meses en París.

Su última obra, El busto del Salvador (Museo Chrysler, Norfolk, Virginia), presenta una imagen de Cristo sobria y contenida que hoy en día ha sido interpretada como la actitud de calma y resignación de Bernini ante la muerte.