miércoles, 7 de diciembre de 2011

Arquitecto del Barroco italiano

Gian Lorenzo Bernini (Nápoles 1598-1680 Roma). Torbellino imparable y artista, es el genio del siglo XVII. De carácter expansivo, brillante y hombre de mundo, está considerado el Miguel Ángel del Barroco. En su adolescencia es ya un artista reconocido. Practicó todas las artes: poeta, pintor, arquitecto, urbanista e incluso la escenografía, concibió espectáculos de fuegos artificiales, realizó monumentos funerarios y fue autor teatral,  aunque se consideraba a sí mismo escultor. Su estilo arquitectónico buscaba la grandeza, la clara distribución de las masas, la rica ornamentación polícroma de los interiores, los solemnes pórticos y la superposición de órdenes colosales. Su arquitectura clasicista, de raíz renacentista, se enriquece con personales estructuras y ornamentaciones barrocas.

La mayor parte de su vida artística discurrió en Roma, donde constituyó su espacio vital y su taumatúrgico taller operativo, que acabaría transformando en el más bello espejo de su tiempo. La Roma de inicios del siglo XVII era una ciudad de un fervor artístico excepcional, novedoso y revolucionario, que acogía artistas de toda Europa en una continua confrontación de ideas y experiencias artísticas.
Durante su vida, Bernini gozó del favor y la protección de siete papas, para los que realizó numerosas obras. Sin embargo, fueron tres los que mayores obras le encargaron. En 1929 fue nombrado arquitecto de San Pedro del Vaticano.

También de esa década son sus primeros proyectos arquitectónicos, como la fachada de la Iglesia de Santa Bibiana de Roma (1624-1626) y la creación del magnífico Baldaquino de San Pedro (1624-1633), dosel sobre el altar mayor de la Basílica de San Pedro, que fue un encargo del Papa Urbano VIII. Este proyecto es una obra maestra que conjuga arquitectura, escultura, pintura y decoración en la que se producen contrastes entre el cromatismo de los muros y la tonalidad del bronce. Está formada por un altar de bronce, sostenido por enormes columnas salomónicas, torneadas en espiral, y de capitel compuesto. Sobre las volutas sitúa un entablamento curvado, coronado por un dosel con ángeles y volutas que se reúnen en el centro para sostener el globo terráqueo y la cruz.

Como constructor de iglesias prefiere la planta central, sea de cruz griega, circular u oval. En las fachadas utiliza pórticos de columnas coronadas por un frontón, como la Iglesia de San Andrés del Quirinal (1658-1670), en la que el tipo de pórtico se adosa a muros curvos y cóncavos, buscando efectos de juego lineal y de claroscuros.
Esta Iglesia, inspirada en el Panteón Romano, posee una planta ovalada, marcada por un pórtico semicircular en la fachada. Las grandes dimensiones del altar, sus columnas y el tímpano se convierten casi en una fachada trasladada al interior; es como el escenario de un teatro. El interior se cubre con una cúpula artesonada. El espacio se articula mediante zonas de luz y sombra, a la vez que las capillas se expanden en claroscuros. El pórtico de la fachada está coronado con volutas.

Además de edificios, Bernini trabajó para la ciudad de Roma, en la que fundió el espacio natural y el espacio urbano al llevar el agua a la ciudad por medio de las fuentes, que contribuyen a la articulación y decoración de la urbe, como la Fuente de los Cuatro Ríos, en la plaza Navona (1648-1651). 

También realizó las tumbas de Urbano VIII (1628-1647) y Alejandro VII (1671-1678), ambas en la Basílica de San Pedro, que, al incorporar figuras tridimensionales en actitud dinámica, difieren notablemente del enfoque puramente arquitectónico de los sepulcros realizados por artistas anteriores.

En 1656, el Papa Alejandro VII encargó a Bernini, que ya había realizado el Baldaquino en el interior de la Basílica, la construcción de la plaza, con el fin de crear un sitio capaz de acoger grandes congregaciones de fieles. Significado simbólico: lugar de concentración de todas las gentes del mundo, La Plaza de las Naciones. Diseñó una planta elíptica que parte de la iglesia y rodea a  la plaza como abrazando a los fieles que se dirigen a la Basílica. Bernini se preocupó principalmente de los juegos de perspectiva y de intensificar el efecto de profundidad, procurando que el templo produjese la sensación de encontrarse lo más al fondo posible.

Las obras de Bernini revelaron ya desde un principio su enorme talento. En su primera fase estilística, Bernini demuestra un interés y un respeto absoluto por la escultura helenística en obras que imitaban a la perfección el estilo antiguo. Entre 1621 y 1625 realizó cuatro obras que lo consagrarían como un maestro de la escultura y le darían fama. Se trata de los cuatro Grupos Borghesianos, cuatro grupos escultóricos basados en temas mitológicos y bíblicos encargados por el Cardenal Borghese.

Bernini fue un escenógrafo muy apreciado, utilizaba todos los recursos disponibles para sorprender al público con efectos ilusionistas, reutilizados después en su arquitectura. Esto se aprecia en conjuntos monumentales que combinan las figuras esculpidas, ubicadas en un escenario arquitectónico. La técnica cuando trabajaba en mármol era de un realismo exuberante, sobre todo cuando se trataba de expresiones del rostro. Su arte es la quintaesencia de la energía y solidez del barroco en su apogeo.

En la escultura, su gran habilidad para plasmar las texturas de la piel o de los ropajes, así como su capacidad para reflejar la emoción y el movimiento eran asombrosas. Bernini introdujo cambios en algunas manifestaciones escultóricas como los bustos, las fuentes y las tumbas. Fue el primer escultor que tuvo en cuenta el dramatismo potencial de la luz en los grupos escultóricos. Esto se evidencia aún más en su famoso Éxtasis de Santa Teresa (1645-1652, Santa María Della Vitoria, Roma), donde los rayos del sol, surgidos de una fuente invisible, iluminan a la Santa en trance y al Ángel sonriente que está a punto de traspasarle el corazón con una flecha de oro.

Bernini fue famoso en vida y todas las cortes europeas deseaban sus servicios. Entre ellos estuvo el rey de Francia Luis XVI que lo llevó a trabajar a París cuando el artista ya contaba con 69 años de edad.

Dentro de las obras arquitectónicas no religiosas de Bernini se incluyen proyectos para diversos palacios, proyectando la fachada principal del Palacio Barberini, así como unos diseños para el Louvre, proyecto que no llegó a ejecutarse y que presentó a Luis XIV en 1665, durante una estancia de cinco meses en París.

Su última obra, El busto del Salvador (Museo Chrysler, Norfolk, Virginia), presenta una imagen de Cristo sobria y contenida que hoy en día ha sido interpretada como la actitud de calma y resignación de Bernini ante la muerte.