miércoles, 7 de diciembre de 2011

Renacimiento italiano

MIGUEL ÁNGEL Buonarroti, es el artista con mayúsculas; pintor, escultor y arquitecto, siendo su personalidad tan fuerte que define los cánones del genio. Desde el 6 de marzo 1475 en Caprese (Toscana), hasta 1564 en Roma, el mundo artístico se enaltece con la existencia y obras de este ilustre artista. Miguel Ángel, el máximo exponente de la larga lista de ingenios individuales del Renacimiento Italiano. Asimilable en sus inicios a la corriente del Cinquecento, en su magnífica obra es apreciable casi desde los comienzos de la misma, una potente manifestación de los sentimientos que derivará en monumentales y poderosas figuras. Aunque también se dedicó a la pintura y la arquitectura, la  verdadera pasión de Miguel Ángel fue la escultura.

Su maestría con los distintos materiales, sobre todo el mármol y el bronce, lo situó al frente de la escultura del Cinquecento. Tallaba directamente en el bloque de mármol blanco de Carrara, por estimar que este noble material es el más adecuado para acercarse a la belleza, de faltarle piedra tendría que corregir sobre la marcha la actitud que había proyectado. Trabajó a la manera de los griegos aunque lógicamente existen diferencias: los griegos reprodujeron el modelo pero con un canon idealizado y establecido. Miguel Ángel sigue fiel a la anatomía pero destaca movimientos exagerados y extremos, altera incluso el sentido de la proporción buscando su idea. Ponía su fe ardiente en Dios, viendo el designio divino revelado en el cuerpo humano, para Miguel Ángel todo lo que crea el artista son instrumentos del poder divino y los concibe como una manera de salvación.

Hacia 1492 realiza el relieve de la Batalla de los Centauros, que quedaría inconcluso. Toma como modelo a la antigüedad clásica, mostrando en un reducido espacio la lucha entre hombres y centauros, destacando los escorzos de las diferentes figuras.

El carácter profundamente religioso de Miguel Ángel y su genial cabeza le llevaron a ser considerado como un mito. Su modo de ser impulsivo le llevó a dedicarse en su juventud a manifestaciones artísticas principalmente escultóricas en donde el artista tiene una mayor cercanía con su obra. Sus primeras obras reflejan la grandiosidad e idealización de las figuras, de clara influencia grecorromana. Tal es el caso de la Piedad del Vaticano (1498-1499), obra de una perfección extrema por la solemnidad de las formas, la idealización equilibrada y la elegante sensibilidad estética. La figura de La Virgen, lejos de manifestar la doliente madre, refleja la idea universal de la virginidad y el concepto de belleza suprema.

En sus inicios florentinos pronto recogió la tradición del relieve pictórico de Donatello en obras como la Virgen de la Escalera. Pero en un viaje a Bolonia conoció la obra de Jacopo Della Quercia, quien la marcó profundamente, sobre todo por el interés que éste ponía en la anatomía de sus composiciones.

Entre (1496-1498) realizó su primera escultura a gran escala, el monumental Baco (Museo del Barguello, Florencia), uno de los pocos ejemplos de temas paganos en vez de cristianos realizados por el maestro, muy ensalzados en la Roma Renacentista. Sin embargo, el cliente (el cardenal Riario) no quedó satisfecho y no le pagó el trabajo.   El cuerpo del hombre era sin duda un tema predilecto para este artista. Sus obras resultaban escandalosas y fue muy criticado en su época.
Pero sin duda alguna, El David (1501-1504) está considerada su obra maestra. De una pieza de mármol que ninguno de los escultores importantes quería, Miguel Ángel la creó, siendo una de las esculturas más maravillosas del mundo. Mide 4.10 m de altura, una escala colosal, en sintonía con las obras de la Antigüedad. Su desnudez provocó problemas, siendo incluso apedreada durante el traslado desde el taller del maestro hasta su emplazamiento, La Plaza de la Signoria de Florencia. Destaca la grandiosa cabeza de mirada altiva, que irradia en su gesto una poderosa energía concentrada. Y a la verdad, ha superado a todas las estatuas modernas y antiguas, por griegas y latinas que fuesen, con tanta mesura, belleza y perfección con que la terminó Miguel Ángel. Porque en ella hay contornos de piernas bellísimos, y junturas y esbelteces de flancos divinas; y nunca se ha visto una actitud tan dulce, ni gracia que la iguale, ni pies, ni manos, ni cabeza comparables a los de esta estatua por su excelencia, su arte y su composición.

Pero el proyecto más grandioso emprendido por Miguel Ángel, sería la tumba del Papa Julio II, mausoleo monumental que recordaría a las tumbas imperiales integrado por más de 40 esculturas, cuyo proyecto no se pudo llevar a cabo, quedando como muestra El Moisés (iniciado en 1513), que hoy se halla en la iglesia de San Pietro in Vincoli. El propio Miguel Ángel denominará a ese encargo la Tragedia del Sepulcro.  

Entre (1521-1534) labra los sepulcros mediceos en la capilla funeraria de aquéllos, en La Iglesia de San Lorenzo en Florencia. La expresividad dramática y el pesimismo trágico se irán haciendo cada vez más patentes en su obra, distorsionando las proporciones y acentuando los gestos y actitudes sufrientes en sus figuras.  Un buen ejemplo de esta última etapa iniciada en 1550, lo constituye La Piedad Rondanini. Esta escultura, apenas esbozada, denota la más amarga de las expresiones y manifiesta la profunda crisis interna en la que se sumió Miguel Ángel en los últimos años de su vida.

La obra pictórica de Miguel Ángel se caracteriza por un perfecto dibujo anatómico, que realza fuertemente el volumen y deja indefinido el fondo, y la expresividad compositiva de los escorzos.

Será el mismo Julio II quien también le encargue su obra maestra: los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina, que representan la visión más perfecta de su creencia neoplatónica, que afirmaba que la belleza de la figura humana tiene un carácter divino. El trabajo fue agotador ya que no contaba con ningún ayudante (1508-1512).  
Miguel Ángel, que no era un pintor de frescos, desarrolló todas sus facultades de mente y de cuerpo, abandonando su preferencia por los efectos escultóricos para expresar sin ayuda y en desafío a los envidiosos, el ideal completo de sus concepciones en este medio insólito. La Creación, la Caída, y la preparación para la venida del Redentor constituyen la materia del fresco. El asunto, disposición y excelencia técnica de estos frescos siempre han suscitado la máxima admiración.
El arquitecto creó la bella división del espacio y las exactas proporciones, el escultor produjo las figuras anatómicamente correctas, y el pintor supo cómo mezclar formas y colores en una armonía perfecta. Tras la terminación de la obra, Miguel Ángel ya no pudo lamentar haber sido forzado a ella contra su voluntad.

Igualmente famoso es el gran fresco del Juicio Final, que pintó en el muro del altar de la Capilla Sixtina (1537-1541) por encargo del Papa Paulo III, quien le nombra pintor, escultor y arquitecto del Vaticano. En este fresco, sin embargo, la desnudez de las figuras suscitó objeciones, y se ha pintado sobre ellas por diversas manos.

Utilizó en su pintura la representación del cuerpo humano como principal medio expresivo y dejó prácticamente de lado los entonces vigentes repertorios iconográficos que poblaban las realizaciones artísticas de la época.
Miguel Ángel Buonarroti es el maestro por excelencia del dibujo anatómico de la figura masculina, musculosa, de posturas complejas, de fuerte dibujo e impresionantes degradados de las carnes. Con estas obras Miguel Ángel demostró a sus coetáneos que no sólo había superado a todos los artistas contemporáneos suyos, sino también a los griegos y romanos, al fusionar la belleza formal con una poderosa expresividad, significado y sentimiento.

En su vejez (1546) Miguel Ángel se dedica especialmente a la arquitectura haciéndose cargo de otro importante proyecto; la finalización de las obras de la Basílica de San Pedro del Vaticano, compaginando los trabajos con el diseño de la Escalinata del Capitolio y el Palacio de los Conservadores.

Su obra arquitectónica centra la atención en el juego de los volúmenes, y rompe con el equilibrio y la armonía de tendencia clásica. En Florencia diseñó la fachada de la Iglesia de San Lorenzo (iniciada en 1519) y la Capilla de los Médicis (comenzada en 1520). Pero su gran encargo, efectuado por el Papa Julio II, fue la construcción de la Basílica de San Pedro del Vaticano en Roma (iniciada en 1558). El artista planificó una Iglesia de cruz griega con cuatro ábsides, retomando el proyecto inicial de Bramante. Sin embargo, tan sólo se llegó a realizar la cúpula de dicha basílica, inspirada en la de Brunelleschi.

La obra de Miguel Ángel, celebrada por sus contemporáneos como el punto culminante del Arte Renacentista, fue también su dramática conclusión. Sus esculturas, sus pinturas y su arquitectura, fueron admiradas más allá de todo límite, consideradas como creaciones superiores a las de los antiguos y por encima de la naturaleza misma. Los desnudos de Miguel Ángel fueron muy criticados por la Iglesia Italiana durante la segunda mitad del seiscientos, ya que sus obras no eran afines a las nuevas normas del Concilio de Trento.

La muerte puso fin a una vida llena de fama y éxitos, pero también repleta de sufrimiento y dolor; una vida en que un gran genio hacía demandas que no podían satisfacerse. Las ambiciones de Miguel Ángel fueron insaciables, no tanto debido a su deseo de renombre, como a su afán casi gigantesco tras el ideal absoluto del arte. Por esta razón sus creaciones llevan el sello de su personalidad y de sus incansables esfuerzos por alcanzar los ideales más sublimes por métodos nuevos. El camino que señaló era peligroso, puesto que conducía directamente a la extravagancia, que, aunque soportable tal vez en Miguel Ángel oscureció incluso la fama de Rafael; influyó no sólo en su propia época, sino en las generaciones sucesivas. Tras su muerte, su sobrino, Leonardo Buonarroti, le erigió un monumento sobre su tumba en la Santa Croce, para la cual Vasari, su bien conocido discípulo y biógrafo, proporcionó el diseño, y el duque Cosimo de Medici  el mármol.

Las tres artes están representadas llorando sobre el sarcófago, encima del cual está un nicho que contiene el busto de Miguel Ángel. Se erigió en su memoria un monumento en la Iglesia de Los Santos Apóstoles de Roma, representándole como un artista en traje de faena, con una inscripción:

TANTUM NOMINI NULLUM PAR ELOGIUM.
(Ningún elogio es suficiente para un hombre tan grande).